(A Tomás, y a su hijo)
La pena se queja inquieta en el estómago…
Llegó el momento de cometer un crimen atroz,
cazarla allí mismo
antes de que comience a subir por el esófago
trepando por las cuerdas vocales,
antes de que salga por la boca a respirar aliviada.
Antes de que se escape
llegó el momento de cometer un crimen atroz,
disolverla desagradablemente con una solución soñadora.
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