Bienvenido a la playa de guapos,
yo solo tengo mi culo para poder entrar,
el resto: calvo, flaco y cejudo.
La gracia no se ve con los ojos
y puede uno quedar confundido
sobre el sentido del muestrario de cuerpos que,
por otra parte, podrían pertenecer a alguien simpático,
pero no se ve.
Mi Rio, tienes la cara bonita, la playa lavada
y zanahorias licuadas listas para servir,
pero no sirves para nada
más que alimentar ilusiones de dulzura,
amargadas por verdades que suelen llaman tristes:
cartones, violencia...
¿Y si no? Nos aburriríamos tanto...
y hablaríamos del viento,
de la libertad...
Estoy imaginando, ¿verdad?
Y luego nos aburriríamos del viento y la libertad,
y finalmente nos pelearíamos, ¿verdad?
Y todo sería otra vez violento, ¿verdad?
Mentira.
Ay... Rio
mi Rio de Janeiro,
después de tantos años juntos
aun te aprecio por lo que fuiste
a través de las fotos de la enciclopedia y,
turísticamente hablando,
te odio a muerte.
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